Elizabeth Warren: Lo que he visto en la frontera

La Senadora de Massachusetts escribió un fuerte testimonio sobre la experiencia de su visita a un centro de detenciones en Texas: “Está lleno de jaulas. Jaulas para hombres, para mujeres y niños”

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El domingo, 24 de junio, volé a Mc Allen, Texas, pa ra averiguar qué está sucediendo realmente con las familias de inmigrantes separadas por la administración Trump. La crisis en nuestra frontera está lejos de haber terminado.

Fui directamente del aeropuerto al centro de procesamiento de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP en inglés) de McAllen, que es el epicentro de la llamada política de “tolerancia cero” de Donald Trump. El centro es un almacén enorme, con piso de hormigón y un techo alto. Está lleno de jaulas. Jaulas para hombres. Jaulas para mujeres. Jaulas para mamás con bebés. Jaulas para niñas. Jaulas para niños.

Las chicas se mantienen separadas en una gran jaula. Los niños nos dijeron que habían venido a los Estados Unidos con su familia y que no sabían dónde los habían llevado. Once años de edad. Doce. Encerrados en una jaula con extraños. Muchos no habían hablado con sus madres o padres. No sabían dónde estaban ni qué les sucedería a continuación. No tenían nada, ni libros, ni juguetes, ni juegos. Parecían conmocionados.

Y luego estaban las grandes jaulas con mujeres y niños pequeños. Mujeres amamantando a sus hijos pequeños. Una joven madre estaba con su hijo de cuatro años. Ella nos contó que había sido amenazada por las pandillas en El Salvador. Le dio agua a un oficial de
policía y la pandilla creyó que estaba con la policía. Cuanto más me hablaba, más agitada se ponía. Reiteró que ella nunca haría eso, que entendía el riesgo, pero que las pandillas creen que lo hizo. Por eso, vendió todo lo que tenía y huyó con su hijo a los Estados Unidos.

Mi siguiente parada fue visitar a la Hermana Norma, su personal y voluntarios de las Caridades Católicas. Ellos realmente están haciendo el trabajo de Dios. Las Caridades Católicas proporcionan alimentos, una ducha, ropa limpia y medicamentos a quienes lo
necesitan. El centro intenta explicar este proceso tan complicado a la gente, mientras los voluntarios les ayudan a subirse a un autobús para encontrarse con familiares en los Estados Unidos.

Cuanto más pasaba el día, más preguntas tenía sobre cómo la administración Trump planea arreglar la crisis que ha creado en la frontera.

Mi última parada del día fue en el centro de detención de Port Isabel, a una hora al este de McAllen. Es uno de los centros de detención más grandes de Texas. El Departamento de Seguridad Nacional había publicado algunos detalles sobre su plan para reunificar familias.

El comunicado señala que Port Isabel será el “principal centro de reunificación familiar y traslado de adultos bajo su custodia”.

Seamos claros: Port Isabel no es un centro de reunificación. Es un centro de detención. Una cárcel. No hay ambigüedad en este punto. Me reuní con el jefe del centro y me dijo varias veces que no tenían espacio para niños, que no había manera de cuidarlos, y que no tenía planes de traer niños a su complejo. Cuando presioné sobre cuál era el plan para la reunificación de los niños con sus padres, él especuló que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS en inglés) se llevaría a los niños a alguna parte, pero ciertamente no sería a su instalación. Cuando pregunté cuánto tardaría HHS, especificó que serían semanas, pero dijo que eso dependía de ellos. Tenía que hacer su trabajo: retendría a estas madres y padres hasta que recibiera órdenes de enviarlos a otro lugar. Punto.

Un funcionario de ICE trajo un grupo de nueve madres detenidas que se habían ofrecido como voluntarias para hablar con nosotros.

Cada madre nos contó su historia acerca de cruzar la frontera, ser llevada a un centro de procesamiento y el momento en que fueron separadas de sus hijos. En todos los casos, el gobierno les había mentido sobre dónde se llevaban a sus hijos. En todos los casos, salvo
uno, ninguna madre le había hablado a su hijo en los días posteriores a la separación. Y en todos los casos, ninguna madre sabía dónde estaba su hijo.

Las mujeres que conocí estaban traumatizadas, llorando y rogando por ayuda. No entienden lo que les está sucediendo y suplican que las dejen reunirse con sus hijos.

Esto no es sobre política. Esto no se trata de demócratas o republicanos. Esto es sobre seres humanos. Niños que hoy están retenidos en jaulas. Bebés diseminados por todo el país. Y madres que, en la oscuridad de la noche, los oyen llorar.

Todavía estoy asimilando todo lo que vi. La lucha por estos niños y sus familias no ha terminado, ni mucho menos.

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