Editorial: La Incultura de nuestra Cultura
Por Luis Bravo
Que Latinoamerica, áfrica, o cualquier otro país pobre o tercermundista tengan un alto porcentaje de analfabetismo en su población es muy entendible. Pero lo que no se entiende, es que en pleno Siglo XXI y en este país, tengamos que ser víctimas de Analfabetismo y de la Incultura sobretodo.
Siempre han habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído siquiera un libro en su miserable vida.
De no importarle nada que pueda oler levemente a cultura. O que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate – con el perdón de nuestros primos los primates.
Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación. Saben leer y escribir, pero no ejercen, y no ejercen por ningún impedimento físico, religioso, o social. Simplemente no ejercen, porque no quieren. Así de simple.
Cada día son más y cada día el mercado los cuida más y piensa más en ellos. La televisión por ejemplo, se hace cada vez más a su medida.
Las parrillas de los distintos canales compiten en ofrecer programas pensados para una gente que no lee, que no entiende, que pasa de la cultura, que quieren que los diviertan o que los distraigan aunque sea con los crímenes más brutales, las novelas más absurdas, las competencias más ridículas, o con los programas más mediocres que jamás se hayan puesto en una pantalla de televisión.
El mundo entero se está creando y acomodando a la medida de esta nueva mayoría. Todo es superficial, frívolo, elemental, primario, para que ellos puedan entenderlo y digerirlo.
Esos son socialmente la nueva clase dominante, aunque siempre será la clase dominada, precisamente por su analfabetismo y su incultura. La que impone su falta de gusto y sus morbosas reglas. Y así nos queda a los que no nos conformamos con tan poco. A los que aspiramos a un poco más de profundidad.
El hombre de hoy ha perdido la capacidad de admiración, lo cual provoca en el ser humano el peligro de la pobreza intelectual, psíquica y espiritual. Estamos inmersos en una realidad exageradamente rica y, sin embargo, no sabemos apreciarla. En la actualidad, lo que llama más la atención es la fantasía llevada a las pantallas; ese mundo irreal hecho imágenes cuenta más para la muchedumbre que lo que nos regala la Naturaleza.
En el orden de las ideas hay que saber distinguir entre opiniones y verdades. Pero, como vivimos en un mudo subjetivista, esto ya no convence a muchos, ya que “cada quien tiene sus propias verdades”. Ante el relativismo quien tiene más que perder es la verdad misma y, detrás de ella, cada uno de nosotros. Es cierto que la búsqueda de la verdad puede no ser agradable. Y tal parece que la consigna fuera: Si la verdad es incómoda, neguemos la verdad.
La realidad es y nos resulta compleja – a veces mucho. Por nuestra tendencia a no complicarnos la vida, y en un afán comodón por simplificar todas las cosas, es fácil caer en el reduccionismo. En esa forma superficial de ver las situaciones, reduciéndolas a fórmulas demasiado simples. Lo cual se da desde los temas técnicos en todas las ciencias, como en las opiniones sobre el futbol. En esta situación solemos caer cuando falta estudio, profundización para conocer los antecedentes, causas, leyes, factores, circunstancias, intereses, medios y participantes.
Nos ha tocado vivir una época técnicamente maravillosa en la que podemos trasmitir, en tiempo real, todas las tonterías que se les pueden ocurrir a todos los idiotas del mundo. Vivimos en la cultura de la incultura que suele manifestarse en la manía del picoteo, es decir, en el afán de pasar de un tema a otro con gran rapidez, sin profundizar en nada. Así pues, pensar –analizando– nos resulta un lujo inalcanzable, y en este proceso la televisión tiene mucha culpa… perdón, no la televisión, sino algunos productores y los que pierden buena parte de sus vidas viendo programas para descerebrados.
Uno de los factores que hacen más atractiva la forma de comunicación del “chat” en Internet –por mencionar otro ejemplo– es el hecho de que permita a todos los usuarios sacar lo que traen dentro, aunque con frecuencia no puedan decir mucho, pues hay un gran vacío de ideas que son sustituidas por puros sentimientos. De seguir por este rumbo, el futuro no se presenta muy satisfactorio.
Ojalá nos demos cuenta pronto para tratar de revertir este proceso.
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