EDITORIAL: Las masacres de Estados Unidos que conmueven al mundo
Estados Unidos ha ocupado en los últimos días de manera casi excluyente las primeras planas de todos los diarios del mundo y ha sido el principal títular de noticieros radiales y televisivos por un nuevo hecho de violencia en sus aulas escolares, esta vez es, la masacre en la secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida, justo en el Día de San Valentín, y fue perpetrado por Nikolas Cruz, exalumno de la escuela de 19 años, quien armado con un fusil de asalto del tipo AR-15 y muchísima munición terminó matando a 17 personas y dejó decenas de heridos.
Este acontecimiento abrió un gran interrogante sobre las causas de semejante tragedia.
El drama de la violencia escolar que se repite en EE .UU. tiene, según los especialistas, un complejo origen multifactorial. Lo que ya llaman “La masacre de San Valentín” es el décimo octavo tiroteo en una escuela de EE.UU. en lo que va del año y el sexto que ha dejado estudiantes muertos o heridos.
También es el segundo en víctimas fatales desde el tiroteo de la secundaria Sandy Hook de 2012, que dejó 26 muertos. Y es el octavo tiroteo más letal en la historia reciente de EE.UU.
Todos se preguntan el por qué de semejante tragedia. ¿Por qué una sociedad tan avanzada como la norteamericana no puede terminar con el drama recurrente de la violencia desmedida en sus escuelas y universidades?. Y la respuesta no es sencilla.
Si bien Estados Unidos no constituye el único país del mundo donde sus ciudadanos cometen actos de violencia mortal contra profesores, administradores y estudiantes en recintos escolares, las tragedias en centros educativos se repiten dolorosamente en suelo norteamericano.
Estos acontecimientos ofrecen una visión controvertida e inflexible de la patología de violencia y miedo en Estados Unidos, el país con el mayor índice de asesinatos por armas de fuego del mundo y donde el número de las mismas sobrepasa al de votantes y televisores.
¿Somos una nación loca por las armas o, sólo, estamos locos? ¿Es culpa de la Asociación Nacional del Rifle? ¿O son los conflictos sociales aún por resolver los que causan tantas muertes?, son algunos de los interrogantes que se plantean los psicólogos, psiquiatras, sociólogos, científicos, políticos, iglesia y la comunidad en general.
Es muy difícil explicar lo que motiva a uno o varios estudiantes a presentarse en su escuela y agredir mortalmente a sus compañeros de estudio.
Muchos culpan a las leyes de Estados Unidos por seguir permitiendo la venta libre de armas. Pero es una razón insuficiente. Canadá, por citar un ejemplo, alcanza cifras similares a las de Estados Unidos en lo que se refiere a la compra doméstica de armas, y la tasa de muertes violentas es prácticamente inexistente.
Otros ponen su dedo acusador sobre la televisión o los videojuegos. Mucho se habló del videojuego “Columbine Massacre RPG” en donde la realidad inspiró el juego, pero en la masacre real ¿El juego inspiró la realidad?.
Con todo, sólo un pensamiento simple echaría la culpa de estas tragedias a los videojuegos.
Según especialistas en psicología y psiquiatría, estos aberrantes hechos de violencia están motivados por una confluencia de factores sociales, económicos y psicológicos. Y se focalizan en el “espíritu bélico” de Estados Unidos, con hitos sangrientos en su historia, como Vietnam o Irak.
A esto suman ciertas condiciones de marginalidad, exclusión social, ansias de fama y fácil acceso a armas de fuego de los autores, que en general han premeditado lo que van a hacer en busca de reconocimiento, aunque sea póstumo.
Durante décadas, los psicólogos forenses han intentado trazar el perfil de un “típico” asesino múltiple, con la esperanza de entender qué puede impulsar a una persona aparentemente normal a cometer un acto tan horrible.
Pero incluso ellos lograron trazar apenas un ligero esbozo. No existe un único perfil de asesino en serie.
Algunos matan por venganza, otros matan por fama; otros revelan señales de advertencia obvias mientras que otros atacan inesperadamente; algunos caen sobre gente que conocen, otros simplemente buscan el blanco más próximo, pero hay algunos que sienten tanto odio que no quieren matar a una persona específica. Simplemente quieren matar.
Los investigadores que intentan comprender los asesinatos múltiples tienen pocas pruebas para trabajar. Los asesinatos múltiples son extremadamente raros, y la mayoría de los asesinos son baleados por la policía antes de que se los pueda detener, o se suicidan.
Eso ha impedido que los psicólogos lleguen a comprender plenamente los motivos del asesino; a falta de asesinos para interrogar, deben reunir pistas aportadas por quienes conocieron a los atacantes. Pero las observaciones de amigos y familiares suelen no ser confiables y se basan más en el recuerdo que en otra cosa.
No obstante, los psicólogos tienen algunas certezas acerca de quién tiene más probabilidades de cometer los crímenes más serios. Más del 90 por ciento de los asesinos son hombres, y lo mismo resulta aplicable en el caso de los asesinos en serie.
Hasta la fecha no existe ningún caso en el que una mujer haya hecho una cosa así, en parte porque los hombres tienen más acceso a las armas de fuego, que son las que se usan para cometer estos crímenes.
Los asesinos generalmente tienen entre 20 y 35 años, aunque hay muchos adolescentes que no superan la edad de 16. Usualmente no han cometido serias infracciones a la ley. Y, en general, no son PSICOPATAS, aunque así suelan ser identificados en los medios.
Un psicópata es alguien con poca conciencia, pocos vínculos interpersonales, alguien tranquilo y manipulador. Esa personalidad no tiene nada, pero nada que ver con el asesinato en masa. En cambio, el tipo de personalidad más frecuentemente asociada con el asesinato múltiple es en cierta medida la opuesta a la del psicópata. Dista mucho de ser sereno; se siente, en cambio, agredido, herido, y sobre todo es PARANOIDE.
Algunos asesinos múltiples podrían estar intentando ejercer poder sobre un mundo que los hace sentir impotentes. Esta gente suele sentir que se les ha hecho una gran injusticia. Están enojados y quieren vengarse y desquitarse con el mundo. Entonces desarrollan la idea de que asesinar solucionará su problema, sea cual fuere, y la convierten en una fijación. Finalmente, llegan a sentir que no hay otra solución.
Los problemas que los asesinos intentan resolver, aunque horriblemente, pueden ser de cualquier tipo: la pérdida de un empleo, un revés económico, o una ruptura amorosa. Pero estos reveses aparentemente menores y que llevan a los asesinos al borde del precipicio, suelen ser los últimos percibidos por ellos como una larga serie de insultos y dificultades.
No es que uno se saca una mala nota y abre fuego sobre 30 personas. Se requiere una larga serie de frustraciones. Estas personas sufren depresión crónica y se sienten miserables.
Los asesinos potenciales, especialmente los jóvenes, son muy sugestionables. En sus mentes imprevisibles, el “factor imitación” suele tener una importancia agregada.
Algunos asesinos múltiples pasan un año o más trazando sus planes. En ese tiempo, pueden dejar pistas sobre sus intenciones. Pero estas pistas no siempre son fáciles de ver. Una de las claves para reconocer serias señales de advertencia es saber cuáles tienen probabilidades de concretarse en la vida real. La gente necesita distinguir entre amenazas transitorias – cosas que suceden en un momento de enojo pasajero – y amenazas serias que tienen probabilidades de ser concretadas.
No se puede saber con exactitud, pero si la persona está deprimida, abatida o tiene ideas suicidas, habría que tomarlo con más seriedad.
Desafortunadamente, puede que para entonces sea demasiado tarde. Una vez que una persona ha decidido cometer un asesinato masivo, es muy improbable que admita que está deprimida o busque ayuda psicológica, y también puede cortar muchas relaciones con amigos que podrían aconsejarle no hacerlo.
De hecho, los asesinos múltiples tienen usualmente una sola forma de terminar sus planes y de esa manera poner fin al dolor que sienten. La mayoría de ellos se suicidan, o permiten que los alcance una bala policial.
En la muerte, al menos, sienten que pueden abandonar el dolor y el enojo que llevan dentro. Quizás piensen “Puede que nunca llegue a nada, pero voy a morir llegando a algo. Esta es la marca que dejo en el mundo, mi proclama final”. Es la fantasía de tener la última palabra, aún cuando no vivan para verlo.
En conclusión, creo que para mejorar esta situación, se requieren reformas estructurales a nivel social, económico, educativo y legal.
No basta con entrenar y armar a los profesores y personal administrativo de las escuelas por que no es responsabilidad de estas personas. Tampoco es suficiente determinar que las personas que quieran portar armas tengan que pasar por estrictos exámenes psicológicos, ya que llegado el momento de un problema, hasta el más cuerdo puede perder los estribos.
Tal vez es una buena idea que se tengan que implementar leyes que controlen el uso de armas, pero todos sabemos, que eso no va a pasar, puesto que la Asociación Nacional del Rifle, mueve billones de dólares con este negocio, y soborna a los políticos para hacer leyes en favor de ésta. Se dice que le dio $30 millones al mismo presidente.
La única solución utópica en la cual estoy pensando en este momento, sería hacer un verdadero cambio al sistema capitalista y al sentimiento guerrero de este país por apoderarse del mundo.
Basta ya de incrementar el presupuesto del sector militar y armamentista con el pretexto de que nos odian y por eso tenemos que protegernos.
Evitar la retórica “RACISTA” y los insultos a las minorías. Esta posición gubernamental, sólo crea incertidumbre, inestabilidad emocional, estrés, temores e impotencia en la población.
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